Carta a Nahuel.

Hace poco veía los comentarios que me dejan en mi blog, y vi uno de una chava de Argentina en el que me contó que su primo de 17 años tenía 5 meses de que lo habían diagnosticado con la enfermedad de Wilson. Su nombre es Nahuel, originario de la provincia de Salta, una ciudad de alrededor 600 mil habitantes, ubicada al norte de Argentina. Durante estos 5 meses, Wilson a avanzado aún y con tratamiento médico y actualmente, Nahuel no puede caminar, ni hablar, tiene sialorrea y sufre inmovilidad y dolor en varias partes de su cuerpo.

Querido Nahuel esta entrada va dedicada a ti, porque tu prima y tu mamá me han contado que te has aislado del mundo, que tienes tus ojos llenos de tristeza y que le preguntas a Dios, el por qué ty0 mandó un castigo.

Durante mi adolescencia, me caractericé por ser líder, junto con mis amigos Cristina y Diego, siempre comandaba las travesuras de la escuela, era experta en hacer reir a las personas, a tal magnitud que logré sacarle una sonrisa en el momento más dificil de su vida, a mi hermanita güerita (mi mejor amiga, Sarita), pero nunca me caractericé por dar consejos, dado que en los 22 años de mi vida, jamás había pasado un mal momento; tu prima me dices que tu eras pura risa y sueños, yo tambien era así.

En noviembre de este año, voy a cumplir 4 años de que me detectaron la enfermedad de Wilson, y al igual que tú, me llegó en la adolescencia. Llegó para quitarme la vida que llevaba, donde mis preocupaciones eran estudiar para mis examenes, pensar a donde iba a ir de fiesta en la noche, administrar el dinero que mi papá me enviaba y el ocuparme de lo que iba a comer. Al igual que tu, Nahuel, Wilson llegó a mi vida para arrebatarme toda la felicidad que tenía.
Yo duré 1 año y medio aislada de la sociedad, encerrada en mi cuarto, no aceptaba ninguna palabra de ánimo, al contrario, me enojaba y pensaba: ellos quienes son para darme palabras de aliento si no saben lo mucho que yo sufro, si ellos no quedaron en el estado físico en el que estaba.

Pero todo cambió el día que dejé de ser egoísta y pensar solamente en mi. Veía como mi mamá lloraba y eso me hizo pensar que yo no era la única afectada por mi enfermedad, también estaba afectando a las personas que más amo: mis papás. Cada tarde, venía un fisioterapeuta a mi casa 2 hrs diarias a darle movimiento a mis piernas, en 8 meses pude volver a caminar. Después tomé la decisiónde seguir con la carrera (cuando me enfermé, estaba a la mitad de derecho) y a finales de este año, por fin me graduo (con inmenso sacrificio).

Yo también le reclamé a Dios que porque me pasó a mí, hasta que después comprendí que Wilson no ha sido un castigo,  veo a mi enfermedad como un proceso maduración y además ha sido la oportunidad de conocer a personas que me quieren (soy muy querida en el lugar donde me dan terapia y en la facultad)
Dios, nos mandó a ti Nahuel, y a mi, para ser guerreros de la vida, para mostrarles a los demás que cuando se tiene un problema, uno decide de qué manera lo afronta. Actualmente, yo ya puedo caminar (hasta corro), estudio y estoy en proceso de hablar (hay días en los que amanezco muy platicadora y todos los del DIF se quedan asombrados), tengo el triple de amigos de los que tenía antes, pero sobre todo, soy muy feliz, porque la vida es muy bonita como para verla pasar tristes. Si te encomiendas a Dios: TODO ES POSIBLE.

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