La terapia de lenguaje.

Usted se preguntará, querido lector, ¿qué hizo Fernanda durante más de 1 mes sin escribir? Acaba de pasar semana Santa, y con ella un período vacacional, período en el cual   mi papá me sugirió que hiciera cosas de provecho. Así que, además de organizar mis libros, leer "Los juegos del hambre", "El diario de Ana Frank" y "Philomena", tomarle fotos a mi fotogenico gatito Garú y subirlas a Instagram history, decidí pasar mis vacaciones en el lugar que se ha convertido un hogar para mi: el DIF. Querido lector, le agradezco que de nueva cuenta me lea, y que el pacientemente esperara esta nueva lectura (entiéndase: Rubí, ya que todos los días me preguntaba cuando iba a publicar); En esta entrada  le contaré un poco acerca de como ha sido el tormentoso travesar de mi historia con el lenguaje desde que me enfermé, y del ¿cómo? enfrento el desafío de volver a hablar.

En primero de primaria aprendí a leer y desde esa edad, mi papá me inculcó el hábito de la lectura; recuerdo que cuando aprendí a hacerlo, siempre levantaba la mano para pasar enfrente del salón y leer los cuentos de mi libro favorito.
Mi libro favorito en 1ro de primaria.

Desde los 6 años, me caractericé por tener una voz clara, y mis maestras me felicitaban por mi buen tono y dicción. Estoy segura que la razón de que fuera la única persona que se llevara con los  populares, los medio populares y los no populares, fue el que siempre tenía una historia o un chiste que contar, (además de como coloquialmente se dice: tengo  la sangre liviana.) Esas historias que yo contaba, me hicieron acreedora a que me sacaran del salón decenas de veces y a unos cuantos reportes (todos por platicadora), pero en mi naturaleza, querido lector, estaba el hablar, hablar y hablar.

En el Instituto Parralense, en la UAM y en la UACH, me caracterizaba por ser una alumna participativa. En clase de teoría del delito, el Lic. Rivera Soto nos ponía a leer su manual, y como éramos pocos los que leíamos de forma correcta, casi siempre me elegía para dar lectura al libro y recuerdo que en cierta cátedra, el Lic. me eligió y con mucha dificultad logré terminar la lectura (fue uno de los síntomas más alarmantes de la enfermedad de Wilson.)

Los que me conocían cuando ya estaba en el hospital, recordarán que mi lenguaje no se había visto tan deteriorado. El ¿por qué aún y con medicamento se ha deteriorado mi salud?, sigue siendo un enigma para la medicina. Actualmente, siendo la enfermedad de Wilson una enfermedad relativamente nueva y rara (se le llama enfermedad rara a aquellas que afectan a un número reducido de la población), no se ha encontrado cura para esta, y por lo tanto unos pacientes empeoran más, otros menos, incluso, he leído que varios han muerto por la acumulación de cobre en el hígado. Afortunadamente, mi hígado está bien, desafortunadamente,  mi salud en el último mes, no ha andado bien. Tuve una recaída en la enfermedad, apareció nuevamente la ataxia (dificultad para caminar), pero yo no me he dejado vencer, así que subo y bajo las escaleras del DIF unas 30 veces al día (voy por recibos, hojas de requisición, cobro y me la navego por todas las oficinas, de mencionada Institución). La semana pasada viajé a Chihuahua para que me realizaran estudios (ceruloplasmina sérico, conteo de sangre completo y cobre en orina). Sé, cuales van a ser los resultados de los estudios (ni me agobio por esperar 3 semanas a que vuelvan de Estados Unidos, sé que mi neurólogo me va a decir que ando mal y que seguramente se tendrá que  probar otro medicamento. Pero lo anterior, no me quita el anhelo de volver a hablar.

  Hace 5 meses, yo ya había asistido a clases de lenguaje con una sra. que me ayudaba, pero estaba muy desanimada porque no pasaba de decir las mismas palabras: thank you, no, ya, jugo y Rubí. Durante mis vacaciones, me iba al DIF de 9am a 5pm. Siempre había visto en el DIF, a 2 señoras muy guapas, pero nunca había sabido quienes eran ya que trabajan en una oficina a la que nunca había entrado; un día pasé por ahí, y decidí entrar, vi a Lari sentada en el escritorio y vi que a mi alrededor había oficinas de psicólogos, le pregunté a Lari que si daban terapia de lenguaje y me dijo que sí, después se acercó la sra. de ojos bonitos y me puse a platicar con ella por el celular. Este lunes, fue mi primera terapia y supe que esta vez si voy a avanzar, ya que antes me obligaban a decir palabras.y la psicóloga me dijo que primero debo de volver a aprender a mover la lengua, los labios, despues emitir sonidos, vocales y al final palabras. En mi primera terapia, me salieron lágrimas de fustración porque me fue dificil hacer los ejercicios, pero lo logré. Sé que este proceso va a llevar tiempo, pero sé que lo voy a lograr, así como logré volver a caminar y logré recuperar la alegría por la vida.
Con Vero, Lari, la maestra Lari y Rubí(trratando de hacer unos ojos tan bellos como los míos. (el moño naranja es por el festejo mensual a la NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER.)


Dios ha puesto en mi camino a personas que me han ayudado en mi recuperación emocional, como la Lic. Maribel, quie al decirme que siempre me presumía, para mi era una obligación corresponderle y poner atención en clase, llevarle las tareas escritas y asistir a la catédra, aunque lo único que quería era quedarme en mi casa lamentandome por mi enfermedad. Dios también me puso a Rubí, porque cuando me quiero desahogar de algo que me pasa, acudo a ella, me da consejos y simplemente se ha convertido en una de mis mejores amigas.

Ahora, me puso en el camino a Lari, Vero y a la maestra, quienes ya se han convertido en mis amigas. Las 3, son personas con un corazón enorme, con sencillez y con simpatía. Les agradezco, la forma en que me tratan y me incluyen (ojalá que Rubí no se de cuenta de que me subo a comer con ustedes, porque me exilia de su cubículo.) Toda mi admiración, hacia ustedes tres.

Si usted, querido lector, se pregunta ¿por qué Fernanda está siempre feliz? Es gracias a la fuerza que cada una de las personas que he venido mencionando a lo largo de este blog, me ha dado. Es porque sé que  cada paso que doy, cada ejercicio que hago, me va a brindar frutos. Y como alguna vez me dijo mi amiga Marlene: todo pasará, nada es para siempre: estoy segura, que Wilson pasará.

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