26.

Aquel 22 de agosto del 2013 había comenzado de una forma inusual. Eran las 9:00 a.m. y me encontraba en clase de teoría del delito con el Lic. Rivera Soto, recibí un mensaje de mi sobrina Fabiola: Fernanda, nos acaban de cortar el agua, no alcancé a bañarme.  Mi sobrina y yo vivíamos en un departamento en la col. San Felipe, a 6 cuadras de la Facultad de Derecho, en donde ambas estudiábamos. Cada mañana nos íbamos en su carro a la Universidad, pero ese día ella se quedó dormida, así que yo me fui caminando. Le contesté a Fabi: Ven por mi  para ir a pagar.   Tenía un par de semanas con dificultad y dolor al caminar, hecho al cual yo le acredité una nula importancia. Por la noche Woody (apodo de mi amigo Jorge) llegó a mi departamento, se sentó a ver la televisión mientras yo me arreglaba; a las 9:00 p.m. llegó una amiga por nosotros, pasamos por Marlene para finalmente llegar a "La cantinita". Dicho lugar, era un pequeño restaurante, el cual se caracterizaba porque tocaba el mariachi. Ahí, habíamos acordado festejar mi cumpleaños número 22; al llegar, ya se encontraban 3 mesas llenas de amigos de la preparatoria y de la Universidad. Después de 2 semanas de haber cumplido mis veintidós años, mi vida cambió por completo, fui ingresada al hospital, para después de 4 meses ser diagnosticada con la enfermedad de Wilson (meses en los que se sentía que la vida se me iba).
Festejos de mi cumpleaños 8. 20 y 22 respectivamente.


Querido lector, aunque mi cara de escuincla, mis lisas manos, y una que otra remota vagancia, no delaten mi edad, el martes que entra, cumpliré 26 años. ¿Cuales regalos me ha dado la vida? Eso, se lo contaré en esta entrada.

El regalo más grande que Dios me ha dado, es el paciente amor de mi mamá. Ella era paciente conmigo al comprender que las vagancias que yo hacía era parte de mi modus vivendi. pero su amor fue aún más paciente cuando durmió 4 meses en el sillón de un hospital, o cuando de nueva cuenta tuvo que volver a enseñarme a caminar, bañarme o agarrar la cuchara para comer.

Otro regalo, ha sido el amor incondicional de mis amigas. Tan incondicional, que Sarita se llevaba sus libros al hospital para estudiar mientras me hacia compañia, cuando Marlene dejaba encargada a su niña para ir a visitarme, o Yare se quedaba hasta las 11:00 p.m. en el cuarto. Darme cuenta que mis amigas estaban sufriendo al igual que yo, al ver la tristeza en los ojos de Anel. También está la amistad de mis amigos de la Universidad, que iban a jugar cartas conmigo y a sacarme una sonrisa.


Sentí la muerte cerca durante 4 meses en el hospital, ansíe con todas mis ganas la muerte en 1 año y medio de depresión; hoy, quiero vivir para ir a terapia, para ir al DIF y hacer reír a mis amigos, quiero vivir para darle la satisfacción a mis papás de tener una hija abogada. Hace 3 semanas me encontraba en Guanajuato de vacaciones con mi familia, y en la Iglesia de Dolores Hgo, mi petición fue la siguiente: Dios mío, no te pido un milagro en mi sanación, solo te pido fuerza y ánimo para continuar mi recuperación.  Y ¿qué cree?, Diosito, me ha concedido un milagro. Ahora sé que cada vez que lloré y reclamé el ¿por qué yo?, fue con un propósito cada día menos enigmático; por el momento he aprendido que todo se puede lograr con esfuerzo, constancia y FE. ¿Quiere saber cual ha sido el milagro que Dios me dió? Eso querido lector, se lo contaré en otra ocasión. 
Parroquia de Nuestra Sra. de Hidalgo.
  

Comentarios

Entradas populares de este blog

La graduación.

Crónicas de mis 27 años.

¿Quien soy?